Somos
muchos que siempre estamos en la espera de toparnos con el amor. Algo tan
electrizante, complementario, tierno, morboso y cambiante. Ese concepto que se
va transformando con los años, de la misma forma que vamos cambiando nosotros.
Sin
embargo, el amor siempre es el estado perfecto de todos en cualquier momento de
nuestra vida. Usamos la palabra “amor” quizás demasiado y de forma muy general.
Ahorita no se me antoja entrar en ese tipo de detalles, a lo que me refiero en
este momento es a “estar enamorados”. A esa química que nos recorre el
cuerpo y la mente, que nos enciende los ojos y nos aviva los sentidos, a esas
alas que, incluso cuando nos sentimos devastados, logran salir de nosotros sin
requerir de ningún esfuerzo y nos elevan al cielo con sólo un pensamiento, que
nos funden en la temperatura del sol con el roce de su piel, con un beso, con
el sabor de su boca y su aliento y nos hacen explotar cuerpo con cuerpo para
dejarnos tan tranquilos y brillantes como las estrellas.
Ese enamoramiento que todos buscamos constantemente es la
mezcla perfecta entre cielo e infierno, entre lo sutil del sentimiento y la
animalidad del deseo. Cuando nos
topamos con una mirada fulminante nos cae un balde de leche
fría en la cabeza
y nos empapa, nos refresca el corazón y la ilusión hasta borrarnos cualquier
marca de dolor, razón, lógica, edad o tiempo.
Van pasando
los años, vamos volviéndonos más libres, aunque sea en algunos aspectos y
entonces parece volverse más difícil el encuentro. Y digo “parece” porque soy
de la idea de que cuando el amor te tiene que encontrar, no hay forma de
esconderte ni de salir corriendo. Sin embargo, nuestra disposición al amor, a
la entrega, siempre hará más fácil su llegada.
Quizás no llegue tan fácil la persona que se quedará a nuestro lado por
mucho tiempo, pero pueden llegar maravillosos cometas que nos hagan sentir
vivos constantemente. Me encantó
el concepto de “cometas”, creo que queda muy bien, ya que tienen la cola
encendida, pasan rapidísimo y casi no llegamos a conocerlos ni a entenderlos
cuando ya se fueron. Ja, ja.
Pero ¿qué
más da? En la vida no tiene caso pedir garantías porque todo funciona siempre a
la perfección. Poco a poco vamos aprendiendo a desmenuzar el
sentimiento, a volvernos más prácticos para reconocer cuando se trata sólo de
sexo. Me encanta, ¡qué rico encontrar a alguien con quien sacar chispas en la
cama! Cosa que tampoco se da tan fácil porque también para eso debe existir
cierta química de por medio.
Ahora, si
la historia no pasa de ahí es porque tenían diferente dirección los sueños. ¡Qué rico es disfrutar las cosas por lo que son sin pretender que sean
otra cosa! Este afán de
querer controlar la vida nos hace perder hasta la lívido, este afán de querer
encontrar el amor en cualquier piel que se siente bien, acaba haciéndonos
perder hasta la erección. Ja, ja. ¿Apoco no?
Estás el
plena pasión, sudor y revolcón a gusto y de pronto la mente te traiciona
empezando a imaginar: ¿Será esta la persona de mi vida? ¿Tendremos perro,
camioneta y viajaremos juntos por el mundo? Afortunadamente con la edad
aprendes a darle carpetazo a ese tipo de pensamientos para mejor echarle más
leña al fuego. Y es que si se siente bien, hay que soltarse
y aflojarse para que se sienta mejor. ¿O
no? Je, je.
Este
artículo tiene segunda parte…
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Pues esta muy bien tu relato, tratandose sobre la divercidad del amor.
ResponderEliminarQue tengas una exelente tarde.
gracias por leerme , que andes bien y que tengas un buen dia.
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