Vamos
creciendo, ganando edad y nos volvemos más solitarios. El conocer a alguien y
establecer una relación sentimental con una persona se vuelve cada vez más
esporádico, menos frecuente, más difícil. ¿Es tu caso? ¿A qué se deberá?
¿No se
deberá a que vamos volviéndonos rígidos sin darnos cuenta y confundimos el
“saber lo que queremos en la vida” con intolerancia? En muchas ocasiones, a
esta rigidez la confundimos con “madurez”.
Para fines
prácticos y aplicables en nuestra vida, “madurez” debería ser sinónimo de
flexibilidad y apertura. Ya que esta es la única forma de poder
sobrevivir a los cambios.
Todos
vivimos vidas distintas y sin embargo, similares. Lo que marca la gran diferencia
en cada uno es cómo esas “experiencias de vida” nos van transformado, la manera
en la que vamos enfrentando y superando nuestros momentos más difíciles.
Piensa en
uno de tus momentos más difíciles y dolorosos. ¿Lo sientes en el pecho como
parte de tu pasado o de tu presente? Eso le va a dar una gran respuesta a
muchas cosas en tu vida.
Tendemos a bloquear nuestros sentimientos y emociones
cuando no sabemos interpretar el dolor, el sufrimiento.
La cabeza debería ayudarnos a asimilar el aprendizaje que
podemos obtener de cada situación y a tener memoria de nuestras “ignorancias”
(porque no me gusta llamarles “errores”) para no repetirlas y poder comprender
a los demás. Y el corazón debería ayudarnos a seguir sintiendo pasión y emoción
en la vida. Sobre todo al saber que con cada experiencia difícil que
enfrentamos, podemos lograr conseguir una herramienta nueva para experimentar
un mayor estado de felicidad, para poder compartirlo con la gente que más
queremos y multiplicarlo.
Sin
embargo, creo que en muchas ocasiones nos sucede al revés: la cabeza nos
bloquea la pasión y la emoción creyendo que son las causas del sufrimiento, y
el corazón recuerda tan sólo nuestras ignorancias, almacenando dolor.
¿Por dónde
empezar a cambiar nuestra vida y nuestro mundo?
Decidiendo “volver
a sentir”. Descubriendo que podemos volver a experimentar las emociones,
sentimientos y sensaciones más maravillosas que hemos vivido sin miedo a
obtener el mismo resultado que en el pasado. ¿Por qué? Porque ya hemos aprendido
muchas cosas, porque hemos cambiado, porque el recuerdo que debemos conservar es
el del aprendizaje en nosotros mismos y eso nos debe dar seguridad y
libertad, no lo contrario.
Cada
persona que se cruza en nuestra vida nos enseña algo y aprende algo de
nosotros. “Todo encuentro casual es una cita”. Nada sucede por accidente. El único
error es dejar de sentir. La vida nos está preparando constantemente para una
mayor alegría, una mayor expansión del alma y el corazón en la mente y los
brazos de otra persona. Porque sí, somos individuos, pero aún con nuestra
individualidad, somos animales de pareja. Todo lo compartido siempre se
disfruta el doble o pesa la mitad.
Quizás
tengas frente a ti a esa persona que te puede hacer feliz y a quien puedas
hacer feliz. Quizás la estés dejando ir por tu miedo, por no atreverte a
abrirle el corazón y hacerle sentir lo que en realidad sientes por él o ella.
Quien ignora al corazón no puede ver ni reconocer las
señales que la vida le pone enfrente para darle un gran mensaje.
Nosotros en
el silencio y más allá de nuestros miedos, deseamos. La vida escucha y nos
manda regalos. ¡Atrevámonos a abrirlos y a disfrutarlos! Esa es siempre la
mejor forma de agradecerlos.
Disfruta lo
que tienes hoy.
Si esperas que el
amor sea como tú crees que tiene que ser… se te irá de las manos.
Abrámonos a
experimentar, a explorar nuevas formas de ver y sentir amor. Las diferencias
entre dos personas nunca han sido el problema.
Los problemas
básicos son dos:
Pretender que el
otro sea diferente a como es
No saber expresar,
hacerle sentir amor al otro
Que nuestra madurez sea estar abiertos a descubrir y sobre todo, a “hacer
sentir”.
Somos seres
humanos. Lo que necesitamos de nuestra pareja es sabernos queridos, amados y
deseados.
Después de eso,
todo es posible con amor.
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