Los que nos atrevemos a establecer una
relación de pareja, siempre tendremos problemas que resolver. Y quienes
prefieren quedarse solteros… también. Porque lo que todos tenemos que trabajar
es la forma en la que nos enfrentarnos a diferentes situaciones, la manera en
que logramos seguir avanzando después de cualquier bache ya sea emocional,
sentimental, económico, de salud o de cualquier tipo. Algo básico es no terminar poniéndonos una
careta y pretender dejar de sentir. Porque eso es ponerle pausa o alto a la
felicidad.
Es un hecho que no enfrentamos de igual
forma nuestros problemas de pareja a los 20 años que a los 40 o a los 60. La
experiencia siempre va dejando algo en nosotros.
Cuando somos chavos, tendemos a ser mucho
más impulsivos, pasionales, dramáticos, orgullosos y hasta rencorosos. Con el
paso de los años, con el paso de diferentes amores en nuestra vida, vamos
entendiendo que todo funciona mejor cuando aprendemos a guardar un poco de
calma. Esta calma puede ser el resultado de un buen manejo de nuestras
emociones o de una gran confianza en la vida. Sobre todo a lo segundo es a lo
que yo llamo “sabiduría”. Porque quien confía en la vida sabe que todo siempre
sucede para aprender algo nuevo o para comprobar que hemos cambiado y hemos
crecido. Aprender a superar nuestros problemas nos vuelve más fuertes y más
libres. ¡Pero qué trabajo cuesta cuando los sentimientos van de por medio!
En realidad, el sentimiento de amor hacia otra
persona nunca es el problema, el amor siempre será un sentimiento perfecto. El
gran problema es el miedo que pueda existir en nosotros hacia la pérdida, hacia
la soledad.
Cuando somos jóvenes, sufrimos por todo,
queremos aferrarnos a cualquier relación por destructiva que esta pueda ser
para nosotros. Cuando ya eres más grande, amas quizás más pero ya no te aferras
tanto a las personas. Sabes que nada ni nadie te pertenece y que la gente debe
estar junta sólo cuando tiene algo bonito que compartir. Pero no confundamos,
lo bonito no es sólo lo fácil. Resolver problemas entre dos, luchar por algo
juntos, aprender a ceder por amor al otro y doblegar el orgullo son de las
cosas más bonitas que pueden conseguirse en una relación. Superar obstáculos de
la mano, aprender a ver las lágrimas del otro y descubrir un héroe en ti que
quisiera salvarlo de cualquier dolor es algo que se queda en nosotros por
siempre. Quizás esta sea la sensación que vuelve silenciosa a mucha gente mayor
(viejitos), y que les da un brillo de nostalgia y melancolía a sus ojos.
Unas veces nos toca hacerla de héroes, otras
de protegidos, lo importante es, entre dos, poder crear una historia propia.
Pero ¿Y qué sucede cuando hay una gran
diferencia de edades entre los dos involucrados en la relación?
No creo que haya reglas fijas para nada ni
para nadie. Todos somos diferentes y la vida nos va enseñando a todos en
tiempos distintos. Se trata de ser compatibles, del trabajo personal que uno
traiga detrás para poder comprender la raíz de los problemas y sobre todo, el
regalo oculto que hay en ellos.
Quizás a los que somos más grandes en la
relación, nos toca ser más comprensivos o serenos. Digo quizás porque como no
hay nada escrito, tal vez nos toque ser los inestables. Y es que con la edad
también se ganan responsabilidades que tenemos que aprender a manejar, miedos,
inseguridades y frustraciones que tenemos que aprender a superar. Sin embargo,
detrás de nuestras intensas y azotadas crisis, también haya cierta serenidad,
fuerza y sabiduría que de pronto se vuelven una sonrisa y una aparente actitud
irresponsable de “me vale madres”.
Quizás no sea que no te importe lo que
suceda, sino que has aprendido que cuando no tienes más soluciones, es mejor
soltarlo todo y confiar en que la vida te ayudará a poner todo en su mejor
lugar.
La juventud tiene una gran dosis de
frescura, locura, aventura, pasión, dolor y belleza que siempre nos inyecta
vida.
García Márquez decía que la juventud es la
única enfermedad que sólo se cura con los años. Yo más bien creo que es esa
bendita enfermedad o virus del que siempre queremos estar contagiados. Porque
la perfección está hecha de complementos y armonías, y entre esa ridícula manía
de querer conseguir el equilibrio es que nos gastamos nuestras mejores lágrimas
y risas.
Creo que la transparencia entre dos personas
es la que los lleva a estar juntos, la que les permite leerse cuando uno de los
dos por dolor cierra su cuaderno, la que hace posible escuchar el amor detrás
de la falsa voz del miedo, pero sobre todo, la que les permite mantener en su
mirada ese brillo, esa luz que es el más grande y glorioso faro en la tormenta.
Entonces, ¿que cómo se enfrentan los
problemas en una relación?
Con amor, sin miedo y con toda la vida.
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